OASIS SERRANO

OASIS SERRANO




Como el reflejo del cielo, una línea azul aparece de repente en medio del llano que direccionan los cerros. Como una represa obra del ingenio humano, un pequeño lago aparece a la derecha de la ruta kilómetros antes de trepar el Portezuelo para divisar Salta desde lo alto. En ambos casos, se trata de un paraje que lleva por nombre “La Lagunilla” y que, en la historia de la independencia nacional, sirvió para conducir al ejército patrio del general Manuel Belgrano hacia la triunfal batalla de 1813 ante las tropas realistas. Hoy el lugar preserva intacta la vida natural y es hogar de una amplia variedad de aves.

Los valles intermontanos conforman un conjunto de cortes y quebradas que se hunden y levantan desde tiempos que no rememora la mente humana. Lo hacen entre los valles de Lerma y de Siancas para formar el conjunto que se conoce como “Sierras del Mojotoro” y que, en su amplia superficie, su ambiente despliega la biodiversidad del bosque chaqueño-serrano.


Con el correr del tiempo, la región fue habitada (o transitada) por diferentes grupos: primero aborígenes como la cultura San Francisco o las tribus chaqueñas que cruzaban desde Siancas hacia el valle de Salta en busca de alimento; después españoles que conquistaron el territorio y diseñaron la división propietaria que es el origen del actual trazado urbano de nuestra capital provinciana.


En este sentido, los primeros años de la década que nace en 1580 marcan un hito. Fue entonces cuando el legendario Hernando de Lerma entregó Mercedes Reales a los nuevos dueños de un valle que, por aquel entonces, seguramente se mostraba rico, regado por ríos y arroyos que bajaban alimentando por igual pastizales y bosques. La manera de organizar la producción correspondió al planteo feudal de la nueva cultura: las haciendas serían el epicentro desde el cual emanarían las relaciones de la sociedad que se fundaba.


En esta semblanza, el abra en el cordón montañoso occidental del valle de Lerma donde nace del río Castellanos queda fuera de cuadro, pero sirve para introducir en la historia de una de esas haciendas que se emplazaron en los alrededores de la ciudad de Salta. Si se lee en función de los caminos que trazan los lechos de ríos o las quebradas que interconectan cada levantamiento montañoso, Finca Buena Vista - por ejemplo - aparece en la puerta norte del valle (quebrada de Lesser) como una posta en la ruta que desciende desde el Potrero del Castillo, al pie del nevado homónimo. Luego vendría Finca Castañares (kilómetros delante y sobre un faldeo oriental de las sierras del Mojotoro) en el umbral de una de las avenidas-quebradas que conectan Lerma con el vecino valle de Siancas. Y por ese conducto, a medio camino hacia el antiguo Fuerte de Cobos y el pueblo de Campo Santo, aparece el pequeño oasis que lleva por nombre “La Lagunilla”.


Al igual que la laguna de Brealito, el ojo de agua del valle Calchaquí medio, se tejen historias a su alrededor. Historias que mezclan superstición y fantasía en torno al origen de esta laguna que se encuentra escondida entre los cerros. Pero lo cierto, es que este espejo de agua se alimenta de los arroyos que bajan por las serranías de su quebrada y que crecen en volumen con las intensas lluvias de verano. De esta manera las fuentes del manantial son las vertientes estivales y un pequeño arroyo que ingresa desde el Oeste.


Pero la laguna no siempre estuvo allí. “Cuando era chica, mis padres contaban historias de cuando la laguna estaba llena y la cruzaban en bote”, cuenta Sixto Torino, uno de los propietarios de la finca donde se encuentra la laguna. Esto ocurría aproximadamente entre fines de la década del ´50 y comienzos de los ´60, y corresponde al período en que el espejo dejó de existir por un período de aproximadamente 15 años. “Un buen día empezó a llover – continúa - y comenzamos a ver un charco. Hasta que una noche llovió torrencialmente y, a la mañana siguiente, salimos a ver: ¡ahí estaba la laguna!. Fue muy emocionante. Con el tiempo nadábamos, nos metíamos con los caballos, después fabricamos un bote con latones, muy precario, para vivir eso de cruzar la laguna, hasta que mi padre nos regaló un pequeño bote de madera”.


La finca llegó a manos de la familia Torino de la mano de Lucilda Quiróz, la misma que – entre otros bienes - donó el edificio donde funciona el Hogar de Ancianos San Vicente de Paul (España esquina Sarmiento). Pero la historia propietaria se remonta a 1583, cuando Hernando Arias Velásquez recibió el 4 de septiembre de 1583 la zona conocida como “La Lagunilla”, “desde el camino real de Esteco hasta el río de Siancas, media legua en ancho tomando la lagunilla en la dicha estancia” (la cita pertenece a “La vida rural salteña del siglo XX”, Gutierrez-Iturrieta-Cruz). Así el accidente geográfico dio origen a la denominación toponímica del paraje y, por extensión, a la de la hacienda.


Actualmente “La Lagunilla”, que se encuentra a 1237 metros snm y abarca una superficie de 52 hectáreas aproximadamente, es una especie de santuario de aves. Al espejo concurren diariamente numerosos representantes de las variedades que son típicas de este distrito biológico (es decir, el chaqueño-serrano). Quienes estudiaron su hábitat (por ejemplo, Gladis M. De Gonzo y Mario E. Mosqueira, Utilización de recursos y estructura de una comunidad de Anátidos en un ambiente de chaco serrano de la provincia de Salta, Argentina, 1996) registraron, además de las 13 especies de anátidos, 4 especies de garzas (la blanca chica, la mediana, la mora y la bruja o zorro del agua), urracas bolivianas en los alrededores (que son típicas de toda la sierra del Mojotoro), gallaretas, una pareja de chajás, cuervillos y sus parientes, las espátulas rosadas. A éstos últimos es posible confundirlos con bandas de flamencos que, si bien llegan ocasionalmente a la laguna, lo hacen en un número muy reducido (son los flamencos comunes o flamenco chileno).


Un observador atento podrá encontrar teros, tero real, cigüeñas, bigua o chumuco, cardenales, bandadas de tordos, y en algunas épocas del año, pato crestudo o pato chaqueño, palomas (urpila, tonta y palomitas pequeñas). También aparecerán mamíferos como el coipo o rata/nutria mientras que en el agua – escondicos - habitan dentuditos y mojarras. Alguna vez, Orson Viñals, un amigo de la familia Torino, se interesó en sembrar pejerrey (para así rememorar antiguas épocas de la laguna), y aunque la iniciativa se hizo realidad, el sembrado no obtuvo éxito.


Así, admirar un paisaje en el que la vida natural logró pervivir al avance de la urbe en el valle de Lerma y a las costumbres poco ecológicas o de poco cuidado del entorno por parte de los mismos salteños, toca la fibra de quienes desean convivir armónicamente con el ambiente porque reconocen en “La Lagunilla” un verdadero oasis serrano.