ENCANTO DE DUENDES

ENCANTO DE DUENDES




Las nubes se levantan y, al hacerlo, desgajan el paisaje que ahora se abre imponente. Los colores, los olores, el silencio; los pájaros, los cóndores, las flores que tapizan el suelo. Todo va creando esa sensación interna que siempre impacta al visitante urbano: la de estar pisando un lugar que se mantiene ajeno al paso de la raza.

A primera vista, el pequeño Valle Encantado recuerda que su nombre no solo deviene de esos cuentos de duendes y salamancas que le hicieron fama. Dirá que su magia también contiene la energía de un pasado geológico que guarda entre sus rocas la crónica del impresionante mundo de dinosaurios y criaturas que dominaron la tierra hace más de 60 millones de años.


Su presencia, por ejemplo, permanece en forma de huella en el vecino valle del Tonco como testigo mudo de un evento único en la historia. El lugar era una antigua playa prehistórica a la que sus habitantes se acercaban en busca de alimento y descanso. “Las rocas rojas que se depositaron luego contienen como registro fósil una fauna completamente distinta muy rica en mamíferos”, asegura el geólogo Ricardo Alonso en un artículo de su autoría. “Fue aquí en donde otro geólogo argentino, Martín Raskowsky, buscando pecblenda o mineral de uranio en 1968, encontró medio centenar de huellas tipo pico de pato pertenecientes al hadrosaurio, animal prehistórico muy raro hasta entonces y que solo era conocido en Alberta, Canadá”, completa Federico Kirbus en su “Guía de turismo y aventuras de Argentina”.


Pero volviendo al diminuto escenario, su suelo escarpado formado hace decenas de millones de años, muestran como el permanente devenir interno-externo de la naturaleza actuó en sus contornos de manera fuerte y clara. “Las capas rocosas, entre las que destacan las de fuerte color rojo ladrillo, pertenecen a una época de transición que se ubica entre las eras Mesozoica y Cenozoica, en los períodos Cretácico y Terciario”, continua Alonso. Este esqueleto rojo oxidado que se tiñe de verde durante el verano forma parte de un conjunto estratigráfico mayor conocido como el “grupo Salta” cuyas rocas afloran ampliamente en el área a lo largo de la Cuesta del Obispo. “Calizas amarillas, areniscas rojas y margas varicolores acompañan las desgajadas siluetas que la naturaleza esculpió con diestro cincel”, concluye.


Al lugar se llega remontando el río Escoipe por la puerta central que conduce desde Salta hacia el valle Calchaquí. El verde intermontano que es típico en el valle de Lerma irá cambiando paulatinamente mientras se asciende por el camino sinuoso. Chicoana, Los Laureles, El Nogalar aún mantienen la hegemonía que se quebrará, finalmente, a la altura de Los Gigantes. Luego vendrán otros parajes como Malpaso, La Zanja y El Maray, al pie de la famosa Cuesta del Obispo y frente al gigante de roca que hoy lleva por nombre “El Torreón”.
Si bien el macizo no forma parte del Valle Encantado, su cumbre es hogar de cóndores y alguna vez cobijó al hombre en sus cuevas. Algunas aún contienen dibujos que cuentan acerca de ritos, costumbres y ceremonias a quien sabe interpretarlos. “En toda la zona hay influencia de las culturas calchaquí y santa mariana aunque también los Incas pasaron por ahí”, explica Ercilia Navamuel, una experta en arte rupestre del norte argentino.


En el Valle Encantado - al que se llega desde El Torreón atravesando la finca “El Candado” o a la altura del kilómetro 61 casi al final de la Cuesta del Obispo - hay 9 aleros con pinturas. “Pertenecen al periodo agro alfarero tardío (900 al 1600 d. C.). Es una zona en donde no hay petroglifos y en donde solamente se pueden encontrar pinturas”, asegura.


Desde este punto de vista, el Valle Encantado guarda relación con otros sitios en donde aún hoy es posible hallar estas manifestaciones del hombre. Guachipas es uno de ellos, una zona que se encuentra cerca del Dique Cabra Corral y en el umbral de otra puerta natural que conduce, por Pampa Grande, hacia el sur del valle de Siancas. “Allí por fin se pueden apreciar petroglifos hechos con una técnica especial - prosigue la investigadora -. Por eso, dentro de la clasificación que hice de Salta, considero que las pinturas que se conservan en el área del Valle Encantado son de transición”.


Esta región intermedia en la simbología indígena del noroeste comprende un conjunto de sitios que tienen en común la inexistencia de petroglifos. “Se trata de espacios que contienen generalmente pinturas policromáticas junto a un camino incaico. La mayoría están a más de 2000 metros por sobre el nivel del mar, a una altura en donde es común encontrar neblina, y en las nacientes de cursos de agua”, explica en un trabajo de su autoría presentado en octubre de 1997 durante un encuentro internacional de la materia.


En todos ellos predominan motivos como la hilera de hombres con largas camisetas, escudos, grupos de llamas, antropomorfos orantes y otros tocados con plumas, suris, siervos felinos y líneas de puntos. “Las expresiones de arte rupestre son considerados como el testimonio fundamental para el conocimiento integral de las culturas, por cuanto manifiestan la mentalidad de los pueblos, sociedades, creencias, cosmovisión, rituales, conocimientos y formas de transmisión de ideas mediante símbolos, aunque estos no eran para ser leídos por los hombres, sino como mensajes a los dioses”, sentencia finalmente.


Tan solo el paisaje permite entender por qué nuestros antepasados más cercanos elegían estos rincones para celebrar sus ceremonias. Una laguna que surge “como moneda de plata”, según la descripción de Alonso, alimentada por el agua de las escasas -aunque torrenciales - lluvias veraniegas y por invisibles ojos subterráneos. Cuevas profundas de suelo arenoso en donde es posible encontrar abrigo cuando cae la noche. Sombras que dibujan formas mientras despunta el día o mientras cae la tarde.


Será por eso que raras veces a un paraje le sienta tan bien su nombre o topónimo. El Valle Encantado de Salta es una de las pequeñas maravillas argentinas que mezcla magia, paisaje y riquezas naturales. Formas y colores absolutamente insólitos surgen aquí sin que nada haga sospechar que el lugar está anclado a tan solo unos kilómetros por encima del nivel de los antiguos océanos o a un costado de una añeja senda Inca que lo atravesó en el entonces no tan lejano de la historia humana y poco antes que el español navegara por el interior de América conquistando el territorio a fuerza de espada.


Rincones por conocer, rincones mágicos por descubrir. Un lugar en donde siempre será fácil quedar hechizado para así bajar contando historias de duendes, mezcla de encanto y embrujo de salamancas.