En la frontera de lo absoluto

En la frontera de lo absoluto

Tolar Grande es un pueblo con personas que pueden contar fragmentos de muchas historias. Relatos de gente valiente, de gente silenciosa, a veces resignada, a veces abnegada. Gente que nació en la frontera misma entre la puna y el altiplano, sobre un piso que parte de los 3500 metros sobre el nivel del mar. Personas que conocen los rincones de esas altiplanicies andinas. Espacios que para el foráneo o primerizo siempre resultan asombrosos, incluso vírgenes.

Hay lugares que quedan grabados en la memoria. A menudo las facetas de su belleza se tornan inexplicables. Es el caso de las altiplanicies andinas. Inmensos salares y salinas entre arenales y rocas, picos volcánicos con bocas en calma aparente sellados con nieves eternas, y la sensación que ninguna criatura viva podría habitar o recorrer ese espacio infinito.


Tanto la puna como el altiplano del Noroeste Argentino aparecen desde hace siglos ante los ojos de nómades, exploradores, arrieros o viajeros como un reino donde tan sólo caben los términos absolutos. La historia del hombre sobre aquel territorio se escribe desde hace unos siglos, aunque sus líneas representen tan sólo un grano de arena si se compara con las huellas de sus etapas geológicas.

Los últimos trazos de historia humana se relacionan con el arreo de ganado en pie a Chile, pero principalmente con la explotación económica a escala de su suelo, es decir, gran parte de los siglos XIX y XX. Minas de boratos y sal, de azufre, de cobre, de sulfato de sodio, de manganeso, de litio, de oro; canteras de granulado volcánico, de mármol, de onix. Una variedad tan infinita como sus kilómetros cuadrados, que necesitó del ferrocarril y del trazado de rutas permanentes para hacer viable la extracción de recursos. Tolar Grande viene de todos estos cruces.

Nuevas oportunidades

Para llegar a este poblado desde la ciudad de Salta, hay que recorrer 380 kilómetros, atravesando primero la Quebrada del Toro y de Las Cuevas, luego pasar por el pueblo de San Antonio de los Cobres (hitos en la ruta del Tren a Las Nubes). Finalmente siguiendo caminos salpicados por pequeños grupos de casitas de adobe que se mimetizan en el árido paisaje. Todos aparecen sobre las rutas provinciales 129 y 27, que paulatinamente toman dirección sur-oeste.

Tolar Grande es un pueblo enclavado en la frontera entre la Puna salteña y el Altiplano andino, consolidado como pequeña urbe alrededor de la Estación del Ferrocarril Belgrano (Km. 1536), cuando la actividad minera estaba en pleno desarrollo. Pero durante la década del noventa, las cosas parecían no marchar bien. “Entre 1997 y 1998, sólo vivían 15 personas”, cuenta José Piu, el actual director de Turismo del Municipio.


Eran tiempos en los que la actividad minera, el motor económico para sus habitantes, no mostraba más impulso. Y como símbolo final de un ciclo, el tren carguero que partía desde Salta, llegaba hasta Socompa, y regresaba al mismo punto todas las semanas, dejó de correr pocos años más tarde. La gente lugareña comenzó entonces a migrar hacia otros lugares, principalmente los más jóvenes. Pasaron diez años desde aquel momento.

“Ahora el pueblo tiene unos 216 habitantes, y se contabilizan 450 sumando los parajes vecinos – enumera el funcionario que asumió en su cargo en Diciembre de 2007-. La escuela tiene 83 chicos que asisten entre Setiembre y Mayo. Va un profesor de inglés unos 4 meses al año y los ya adolescentes hacen su secundaria en San Antonio de Los Cobres”.

Esta vez el abanico de oportunidades se abrió, ya no de la mano de la minería, sino del turismo. Primero se organizó la comunidad con apoyo del extranjero, como la embajada de Francia. Luego, en 2004, apareció un refugio franco-argentino, AFAPUNA, con capacidad de ofrecerse como hito de calidad en los circuitos turísticos que involucraban en sus itinerarios clásicos sitios como Tolar Grande y sus alrededores, el Salar de Arizaro y el Cono de Arita, todos ellos en ruta a Antofagasta de la Sierra en Catamarca.



“En ese año el municipio ya tenía un plan de actividades que tenía como ejes fundamentales lograr desarrollo económico para todos sus habitantes, mejorar tanto servicios como infraestructura y posicionar Tolar Grande dentro de los circuitos turísticos de la Puna”, relata José Piu. Particularmente sobre éste último punto se centraron algunos interesados, entre ellos representantes del propio Estado salteño que a través de la entonces Secretaría de Turismo enviaba sus técnicos y asesores para lograr la meta propuesta.

Así comenzó a aparecer Tolar en los mapas de itinerarios de la Puna. En gran parte, a fuerza de constancia, ya que la gente del pueblo involucrada con el desarrollo del turismo, pensó en tres eventos anuales a realizar periódicamente, como hechos que, en parte, tiene que ver con su propio calendario cultural: el carnaval puneño de Febrero, la Pachamama el 31 de Agosto y el ascenso al cerro Macón (5611 msnm) cada tercer sábado de Noviembre.

Las cumbres del Macón


El ascenso al Macón o Icoman (en idioma kunza, anterior al quechua o aymará) se realiza desde 1998, aquellos años de poca gente y poca esperanza para Tolar. Hasta 2005, el ascenso involucraba unas 15 a 20 personas, muchos de ellos miembros de clubes de montaña con sede en la capital salteña junto a guías locales que hacían las veces de anfitriones. Ya en 2006, el número de participantes saltó a los 105 y una parte de ellos estaba compuesto por turistas, mayormente extranjeros, que conocían del ascenso y estaban deseosos de experimentar de primera mano algunos días con miembros de las comunidades locales.

“En 2007, el número de participantes fue de 70 y en 2008 llegamos a 93”, detalla con orgullo José Piu. Ocurre que este evento señala además el final de un ciclo anual de tareas que comenzó con la invitación de agentes de viajes salteños para que conocieran la zona (sumaron 45 personas entre Marzo y Abril) y siguió con la implementación de un plan piloto que consistió en la habilitación de camionetas y guías locales, primero para cubrir el tramo San Antonio de Los Cobres hasta Tolar Grande, segundo para dar un marco a las posibilidades del contacto turístico-cultural. De éste modo, los turistas independientes o viajeros aventureros pueden llegar por cuenta propia hasta la capital de la puna salteña y coordinar el traslado hasta este pequeño hito humano en la inmensidad.

“El plan consiste en que los turistas se queden en la zona al menos 3 días recorriendo los alrededores”, continúa. Los recorridos involucran desde el famoso Cono de Arita o Cori (según desde donde se lo mire) hasta el inmenso Salar de Arizaro (el tercer salar más grande de Sudamérica y poco más de 10 veces el tamaño de la ciudad de Buenos Aires). Se unen a ellos itinerarios más cortos como la Laguna de Santa María con sus flamencos, el Ojo de Mar, la Cueva del Oso, o el Túnel del Hombre Muerto. Finalmente el viaje hacia volcanes como el Socompa (6031 msnm) o el Llullaillaco (6739 msnm), ya sobre el límite con Chile, serán parte de historias que no caben en pocas líneas.

En casi todas las cumbres andinas hay rastros humanos. Se cree que algunos corresponden a culturas incaicas, se especula que otros tienen relación con los antiguos y aún poco estudiados habitantes de la Puna salteña. Como el Macón, estas cumbres son como imanes que atraen año a año a turistas y viajeros de todo el mundo. Si para 2010 la Comunidad Económica Europea elige finalmente a la Sierra de Calalaste (donde se ubican las cumbres del Macón) como el lugar ideal donde instalar un observatorio astronómico, entonces la comunidad de Tolar Grande, ganará para sí una nueva dimensión.

Sin duda, este Municipio que hoy se autodefine como “Turístico de Aventura y Comunidad Kolla de Tolar Grande”, ha encontrado en su propio territorio, en su propia historia, y en los rasgos culturales que hacen a su identidad, el capital necesario para lograr desarrollo y crecimiento. Requisitos indispensables para su gente, niños y jóvenes que sueñan futuros.

PD: Información actualizada en www.tolargrande.gov.ar